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Santiago Gauto dio una larga pitada que hizo brillar la brasa del cigarrillo. Contuvo el humo y después lo lanzó hacia el techo. Hizo una pausa y luego comenzó a relajarse, y yo me alegré de haber venido aquí, a esta modesta casita de Buenos Aires, Argentina, a encontrarme con un hombre a quien mis camaradas y yo habíamos tratado de matar años atrás.<br />Me saludó en la puerta con una sonrisa de bienvenida y un cálido apretón de manos.<br />Me miró a los ojos y me dijo: "Esta es mi casa, Vincent. Sentite como si estuvieras en la tuya". Sacó una cerveza fría de la heladera y me dijo: "Tomémonos una cerveza. Es un honor conocer a quien fue mi enemigo".<br />"¡Salud!" Levantamos nuestras cervezas, le ofrecí un cigarrillo inglés, fumamos y bebimos juntos, y así comenzamos a charlar.<br />Mayra estaba detrás de una cortina, observando con ojos profundos e intrigados -una imagen clásica de la belleza e inocencia de la infancia, azorada por los extranjeros y el lenguaje con que hablaban a su padre.<br />Al sentir su confusión, Santiago le dijo: "Mayra, vení con papi". Le hablaba con voz calma y suave a su hija de 7 años. <br />"No tengas miedo, -le dijo-. Este señor, Vincent, vino de otro país, de un país que está muy lejos. Hace muchos años, antes de que vos nacieras, él y yo éramos enemigos. Estuvimos tratando de matarnos porque los dos pensábamos que teníamos razón. Pero no te preocupes, ahora estamos en paz. Ahora vamos a ser amigos."<br />Se nos habían llenado los ojos de lágrimas. Me volví a la chiquita, que se apartó de su padre y vino y se subió a mis rodillas. Ella también estaba llorando, tenía la carita mojada de lágrimas. Entonces me dio un beso en la mejilla y me abrazó.<br />-Papá te respeta. Ahora vamos a ser amigos, ¿sí?<br />-Sí, le dije mientras le secaba las lágrimas del mismo modo que lo hago con mis propias hijas.<br />Este hombre inteligente, bueno y hospitalario, que ayer fue mi enemigo, me ofrece ahora su hospitalidad y ese respeto mutuo que se tienen los soldados que han combatido en contra, que lo han dado todo y que ahora aceptan que la guerra terminó y lo mejor es ser amigos.<br />Texto extraído del libro "Los dos lados del infierno" de Vincent Bramley (foto)

Santiago Gauto dio una larga pitada que hizo brillar la brasa del cigarrillo. Contuvo el humo y después lo lanzó hacia el techo. Hizo una pausa y luego comenzó a relajarse, y yo me alegré de haber venido aquí, a esta modesta casita de Buenos Aires, Argentina, a encontrarme con un hombre a quien mis camaradas y yo habíamos tratado de matar años atrás.
Me saludó en la puerta con una sonrisa de bienvenida y un cálido apretón de manos.
Me miró a los ojos y me dijo: "Esta es mi casa, Vincent. Sentite como si estuvieras en la tuya". Sacó una cerveza fría de la heladera y me dijo: "Tomémonos una cerveza. Es un honor conocer a quien fue mi enemigo".
"¡Salud!" Levantamos nuestras cervezas, le ofrecí un cigarrillo inglés, fumamos y bebimos juntos, y así comenzamos a charlar.
Mayra estaba detrás de una cortina, observando con ojos profundos e intrigados -una imagen clásica de la belleza e inocencia de la infancia, azorada por los extranjeros y el lenguaje con que hablaban a su padre.
Al sentir su confusión, Santiago le dijo: "Mayra, vení con papi". Le hablaba con voz calma y suave a su hija de 7 años.
"No tengas miedo, -le dijo-. Este señor, Vincent, vino de otro país, de un país que está muy lejos. Hace muchos años, antes de que vos nacieras, él y yo éramos enemigos. Estuvimos tratando de matarnos porque los dos pensábamos que teníamos razón. Pero no te preocupes, ahora estamos en paz. Ahora vamos a ser amigos."
Se nos habían llenado los ojos de lágrimas. Me volví a la chiquita, que se apartó de su padre y vino y se subió a mis rodillas. Ella también estaba llorando, tenía la carita mojada de lágrimas. Entonces me dio un beso en la mejilla y me abrazó.
-Papá te respeta. Ahora vamos a ser amigos, ¿sí?
-Sí, le dije mientras le secaba las lágrimas del mismo modo que lo hago con mis propias hijas.
Este hombre inteligente, bueno y hospitalario, que ayer fue mi enemigo, me ofrece ahora su hospitalidad y ese respeto mutuo que se tienen los soldados que han combatido en contra, que lo han dado todo y que ahora aceptan que la guerra terminó y lo mejor es ser amigos.
Texto extraído del libro "Los dos lados del infierno" de Vincent Bramley (foto)

4/29/2024, 3:53:22 AM